Allí estaba él, con esa mirada profunda, con la sonrisa enigmática, con la voz tranquila. Allí estaba Rocco, su Rocco, como le gustaba llamarlo, al menos interiormente. El mismo Rocco frente al que había bailado hacía tanto tiempo ¿o realmente eso había sucedido hace poco? El mismo del que se había enamorado de manera irremediable. Rocco, el dulce
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